Violencia y discriminación a la mujer en ámbitos educativos:

Violencia y discriminación a la mujer en ámbitos educativos: ¡Vamos a salir de la caverna!

El artículo 1 de la Convención Contra las Discriminaciones señala que por discriminación se entiende toda distinción, exclusión, limitación o preferencia fundada en la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, las opiniones políticas o de cualquier índole. Por su parte, la ONU establece en s el ODS 5 el lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas, mientras que el ODS 4 apunta a garantizar la educación inclusiva, equitativa y de calidad, además de promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. En el caso del marco normativo de Chile, la Ley 20.520 del Sistema Nacional de Aseguramiento de la Calidad de la Educación busca asegurar la equidad, en el entendido de que todos los alumnos tengan las mismas oportunidades de recibir educación de calidad.

A pesar de todo el aparato normativo antes señalado, y otras leyes que podríamos utilizar como respaldo legal ante actos de discriminación y violencia contra la mujer en ámbitos educativos, la realidad nos muestra que los casos de violación a los derechos de las estudiantes son parte de la rutina diaria en Educación y que se encuentran normalizadas dentro del sistema. La escuela es el espacio de socialización más importante para nuestros estudiantes ya que funciona como una micro sociedad en la que dinámicas de roles de sexo se transmiten y reproducen. Muchos comportamientos violentos hacia la mujer son considerados ‘naturales’ en las instituciones educativas, tanto por estudiantes, profesores, directivos, funcionarios y familias; por lo tanto, cuando nos enfrentamos a un caso de denuncia no sabemos exactamente qué hacer.

Los estereotipos sociales como construcciones culturales están tan arraigadas en el inconsciente de las personas que muchas veces no somos capaces de ver el problema o reconocerlo en prácticas cotidianas. Los equipos educativos responsables de tomar decisiones efectivas y encontrar estrategias para frenar estos casos también han sido formados bajo el sistema patriarcal, por lo tanto, no siempre ven con claridad o quizás no terminan de entender lo que enfrentan. Además, no siempre contamos con las herramientas suficientes para saber cómo actuar al respecto en el ámbito educativo. Por lo mismo, nadie se quiere hacer responsable: todos los involucrados en educación nos pasamos la responsabilidad de unos a otros, los padres al colegio, el colegio a los padres, los profesores al barrio, el barrio a la escuela, la escuela a la casa.

En Chile, un movimiento de alumnas de distintos establecimientos educativos de secundaria ha decidido manifestarse masivamente frente a actos de violencia y discriminación de la mujer en los liceos. Las estudiantes chilenas también se han decepcionado de cómo actúa la comunidad educativa cuando los estudiantes varones hablan de agredirlas, violentarlas, violarlas y hasta matarlas. Sin embargo, el sistema patriarcal no opera solo en los hombres, muchas mujeres también tienen comportamientos misóginos cuando violentan física o psicológicamente  a una compañera o profesora. El desarrollo de la sororidad es una de las grandes deudas que tenemos en la escuela y en la vida en general.

A mí me enorgullece ver a las mujeres que están educando al sistema, son ellas las que nos están mostrando cómo reaccionar porque ellas son el producto de años de lucha y concientización sobre los derechos de la mujeres, por lo tanto ver muy claramente el problema y no están dispuestas a tolerarlo. Hay que enojarse, hay que golpear el puño sobre la mesa, hay que enseñar que lo que hacen está mal, hay que enseñar otros caminos. No podemos seguir haciendo como que no pasa nada y normalizar conductas de odio que amenazan la paz que tanto anhelamos en educación.

Yo pienso que en este contexto podemos recordar la idea de la caverna de Platón, la que ciertamente sirve para aplicar en muchos contextos y no termina de ser una respuesta clara a muchas de nuestras preguntas. De la misma forma en que los prisioneros están atados y obligados a ver las sombras en la pared, nuestra comunidad educativa ignora muchas ideas de respeto e igualdad de género por encontrarse presos en su caverna. Cuando comenzamos a hacernos conscientes de algo que está mal y que habíamos normalizado es cuando de pronto comenzamos a soltar las amarras para buscar la verdad. Desde mi punto de vista, si bien toda la comunidad educativa es responsable de denunciar tratos de violencia o discriminación contra la mujer, creo que las y los profesores son los idóneos para frenar este problema. Esto porque los docentes son los más capacitados para formar y servir de ejemplo de justicia y respeto a la comunidad educativa.  

Una forma concreta de pasar de las leyes a la acción es, en primer lugar, levantándose y saliendo de la caverna oscura para ver la luz. Debemos leer, estudiar, conocer, comprender, experimentar, relacionarnos, escuchar. Las y los profesores deben formarse integralmente, deben ser los mejores estudiantes y deben desarrollar el pensamiento crítico (aquí el rol de las universidades es clave). En segundo lugar, estos profesores deben regresar valientes al aula con la llave de la justicia para soltar los grilletes y mostrar cada vez que ocurre una injusticia. Debemos señalar el problema y explicar por qué eso está mal, cuáles son las herramientas que deben desarrollar nuestros estudiantes y colegas para comprender, aprender y mejorar. La acción docente es el factor de mayor impacto en las escuelas por lo tanto es una forma segura para colaborar con una convivencia escolar sana y respetuosa, y por una educación no sexista.

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